20100429
20100428
Colores Integrados
20100424
Astronauta
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20100422
el dinero, va
puñeta
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Orca (noisy screenshots)
Orca (Dead-man-walking's blues)
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20100413
I fuck you so much
intermedio
prismangutanes
basura
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20100411
aturdido y confuso
20100409
Lo admito tanto
20100408
3 some
20100407
(sin) sentido aparente
Anastasia fluctuaba en uno de esas noches de mucha calma, tendida como inerte sobre el colchón individual, arrinconado en una esquina de su loft céntrico de la ciudad de Xalapa, asediado por envolturas de chocolate, de condones y frituras, cascos de cerveza, colillas estrelladas contra el piso; desperdigado todo, como su mente, que vagaba por las paredes, inconexamente, mientras esperaba a que Raimundo regresara de la tienda, con más cervezas, cigarrillos y porquería. Por cierto, estaba desnuda.
Raimundo caminaba de regreso, bajando por la avenida principal cuando fue abordado por un par de punks. Uno de ellos le clavó la rodilla en los testículos y seguido, fue aporreado con el mango de un cuchillo de cocina en la cabeza por el segundo. Al caer sobre la acera, nublado por el dolor y el coraje, apenas pudo ver como desaparecían los malhechores, internándose por una calle hacia el oeste, llevando consigo, las bolsas plásticas con el soborno de aquella noche, en el loft de Anastasia.
Los únicos vestigios luminiscentes que interpretaban el espacio en el sórdido entorno de Anastasia, eran los destellos de los autos que pasaban por la calle y se filtraban por ciertos pliegues rotos de la cortina. Raimundo apareció al pie del colchón, sin ceder al sonido, su percepción a través de Anastasia. Se dejó caer a la orilla del colchón, en posición fetal, con la cabeza hundida en el vientre de Anastasia, que a su vez, yacía en posición fetal, entre la vigilia y la inerme soltura de su mente. Embonaron como un símbolo ecuánime entre la feminidad y la masculinidad.
Así pasaron las horas, hasta fundirse con la ingravidez y poco a poco, Raimundo fue perdiendo la conciencia, respirando profundamente el sexo de Anastasia, mientras las luces de la calle seguían, tímidamente, colándose por algún lugar de la cortina.
En algún incierto subterfugio de la urbe, los punks se disputaban las cervezas y unos cacahuates, mientras encendían ansiosamente, cigarro tras cigarro, inflando condones con la boca, riendo a gritos. Sobornando aquella noche de fluctuación, banalidad y calma.