Matando el tiempo
y recuerdos vanos
me veo perdido en este cabaret
que es,
esta noche, el último lugar de la tierra.
El mechero enciende infinidad de cigarrillos:
máquina de encender cigarrillos,
un arma incendiaria.
Increíble, ¿no?
Mientras tanto, el cenicero atiborrado
de una montaña de mierda humeante,
donde me sofoco,
con la mirada perdida en las colillas
que se desprenden,
desbordan
y desperdigan sobre la mesa.
Ahora ven, muñeca triste,
y admira mi lenta autodestrucción.
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