20100129

Licencia de manejo

Verán porque cuando digo que me cago en la panocha de la virgen, tengo una buena razón.

Fui a tramitar mi licencia de manejo y para no hacer el cuento largo, después de que un tipo gordo y mal encarado revisó mis papeles, me dijo que pasara con la doctora y señaló a mis espaldas. Pasé con la doctora y para entonces ya era la segunda cola en que me formaba. Al pasar (y muy rápido a decir verdad y ya verán porqué) la doctora me hizo una sola pregunta: “¿usa usted lentes para manejar?”, a lo que respondí que no (bueno, de hecho si uso, pero no los uso, ya saben...). “Pase pa’llá” indicó con el índice hacia mis espaldas. Era como ir de fila en fila, como un jodido zig-zag. Al llegar con la siguiente vieja pendeja, entre otras preguntas, descorazonada y fríamente, así sin más, sin preámbulo, sin tacto me pregunta: “¿quiere donar sus órganos si se muere?” a lo que, involuntaria y distraídamente respondí que sí. Inmediatamente después pensé: “mierda, era: no”. De ahí fui a la cola del examen. Pan comido, pensé. Sin embargo, señoras y señores, hacía mucho que no hacía un puto examen. Creo que desde la prepa. Así que reprobé, como en los viejos tiempos.

¿Alguien sabe cuántos salarios mínimos equivalen a la multa por estacionarse en la banqueta izquierda de una calle de doble sentido?, ¿existe esa multa?, y ¿alguien sabe con cuántos salarios mínimos te tuercen si quieres extorsionar a un puerco?, ¿realmente, existe esa multa, es decir, existe algún puerco que no sea bien puerco y mordelón?

Me cago en la panocha de la virgen, en el sagrado corazón de JC y en la de la puta madre del que se inventó ese pinche examen de mierda. De todos modos, regresé a casa, manejando, como todos los demás días, sin licencia en la billetera. ¡Ja!, fumando un cigarro.

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